La capacitación tiene un costo, pero resulta más caro no capacitarse; este principio fue uno de los que motivaron a un pensador de la seguridad social a referirse a que sin seguridad social la población en el tiempo tendría que enfrentar costos elevadísimos que repercutirían en su salud y la de su familia, y en sus jubilaciones.

Un proverbio chino dice que si un plan es para un año, hay que sembrar arroz; si el plan es para diez años, hay que sembrar un árbol; pero si el plan es para cien años, hay que educar a la niñez.

Así es en materia de capacitación en las organizaciones: si estas en realidad quieren avanzar, deben invertir en capacitar a su personal, entendiendo que la capacitación no es un gasto sino una inversión a corto y mediano plazos.

En materia de servicios de salud, hay un constante avance de la ciencia y la técnica que requiere que su personal esté al día con estos progresos, para ponerlos al servicio de la población que atiende. Sin capacitación, el personal pierde los beneficios de estos avances y poco a poco van quedando desactualizados sus conocimientos y prácticas. Por el contrario, hemos sido testigos de acciones importantísimas en nuestro sistema de salud, que solo se explican por la rigurosa capacitación de las personas responsables.

Volviendo a nuestro proverbio chino, si en materia de salud y seguridad social los planes son consistentes y a largo plazo, es necesario que el personal esté capacitado para enfrentar los retos que impone el desarrollo del conocimiento y las nuevas tecnologías en todos los campos de atención; incluyendo un conocimiento exhaustivo de los preceptos de política pública, éticos, bioéticos y legales en los que se fundamentan los servicios de salud.