El plástico tiene gran variedad de aplicaciones: partes de vehículos, bolsas, productos de construcción con base en polietileno o acrílicos (tubos de PVC, láminas de techo transparentes, aislantes de electricidad…), armas, juguetes, recipientes para la industria y el hogar (botellas, utensilios de cocina, pajillas, cajas, platos y vasos), artículos deportivos, ropa, tarjetas de débito y crédito, cédulas de identificación, zapatos, herramientas, instrumentos, electrodomésticos en general, computadoras,  teléfonos, servicios de embalaje, banderas, guantes… infinidad de productos que el mercado pone a disposición de los consumidores. Muchos de esos productos, como las bolsas para transportar víveres o los envoltorios de ciertos artículos, tienen un empleo de solo unos pocos minutos (mientras el comprador se traslada del supermercado a la casa).

Nos hemos convertido en la sociedad de los desechables y del consumismo, y los productos plásticos están en uno de los primeros lugares. En el ámbito industrial se dice que si bien es un material altamente contaminante, hoy en día no existen opciones de sustitución eficientes. Según esta línea de pensamiento, seguiremos consumiendo plástico ad perpetuam.

La inadecuada disposición de los desechos plásticos tanto en la industria como en el hogar, ha sido uno de los principales contaminantes del planeta. La contaminación de los mares es evidente y la muerte de especies menores y mayores cada día viene en aumento: somos testigos de cientos de tortugas que mueren a consecuencia de la ingesta de plástico, o cómo infinidad de especies quedan atrapadas en trasmallos u otros implementos de pesca plásticos dejados a la deriva.

Ciudades y campos los estamos convirtiendo en botaderos a cielo abierto, siendo evidente que el plástico no es un elemento que la naturaleza lo pueda asimilar. Había un antiguo anuncia que decía: “la naturaleza no sabe qué hacer con la botella, usted sí”. Usted sí sabe qué hacer con el plástico que utilizó hoy y utilizará mañana… ¡hágalo por favor!