La promoción de la salud en el trabajo contribuye con  los empleadores y trabajadores en todos los niveles, a aumentar el control sobre su salud y a mejorarla. Los ambientes laborales saludables incluyen la dimensión física de los entornos de trabajo, en los cuales deben existir regulaciones y prácticas  específicas para garantizar la seguridad y la salud de las personas trabajadoras.

Incluye también el ambiente psicosocial, el cual se relaciona con las políticas, prácticas y comportamientos que permiten una funcionalidad del proceso de trabajo enmarcado dentro de relaciones de respeto a las personas tanto las pertenecientes al grupo de trabajo, como a personas usuarias de los servicios que se prestan.

El ambiente saludable previene accidentes derivados de la función que se presta, pero también procura relaciones armoniosas para el alcance los objetivos por los cuales se organiza un determinado servicio, sea este público o privado.

Con la unión de esfuerzos entre los trabajadores y los empleadores se logra una construcción adecuada de los ambientes saludables; es una responsabilidad compartida, siempre que se provean los medios para su desarrollo.

Una organización saludable se caracteriza por el buen servicio y porque el grupo de trabajo estará dispuesto a dar lo mejor de sí para salir adelante. La comunicación, el respeto mutuo, las facilidades de protección para realizar las funciones y el reconocimiento son elementos sustantivos de ese buen servicio.